Las medidas de aislamiento social establecidas a partir de la pandemia de Covid-19 evidenciaron una realidad muchas veces ignorada y hartamente denunciada por los movimientos de mujeres: el verdadero peligro para las víctimas de violencias de género se encuentra, generalmente, al interior del hogar o del entorno de confianza. En ese marco, las armas de fuego juegan un rol fundamental, ya que indefectiblemente incrementan las posibilidades de que esas violencias deriven en resultados letales. Y aun cuando no llegan a ser disparadas, la sola disponibilidad de armas de fuego en manos de quienes ejercen violencias extiende el poder que estos tienen sobre las víctimas.
Escriben Aldana Romano, directora del Inecip, y Julián Alfie, coordinador del Inecip, para el Informe Anual 2020 de Xumek (Asociación para la Promoción y Protección para los Derechos Humanos).