En los últimos años, fuimos testigxs de la expansión del sistema carcelario como respuesta a las demandas de justicia y fin de la impunidad cuando el Estado debe responder por su inacción histórica frente a las violencias sexistas.
Sin embargo, es un sistema atravesado por respuestas estereotipadas, interpretaciones reduccionistas, lógicas tratamentales y peligrosistas. Su funcionamiento básico no sólo opera hacia el interior de las prisiones, si no que expresa una compleja red de relaciones de poder que se extiende a la sociedad y se apoya en las jerarquías y desigualdades preexistentes, para perpetuarlas. Quizás a la cárcel no haya que pensarla en razón de sus “fines”, sino a partir de los discursos que habilita en tanto operación política: el contramodelo de la normalidad y la introducción de mecanismos disciplinarios.
Es un instrumento que, lejos de alcanzar resultados, apenas influye en aquellxs que se encuentran involucradxs y como sabemos, se dirige selectivamente. No son sólo muros y rejas. Es un régimen que hiere, reprime y mata en función de mantener intacta una estructura social desigual.
La perspectiva feminista supone un análisis interseccional, que desarme la linealidad de los discursos y exponga las diversas opresiones sistémicas. Implica ahondar en el modo en que la raza, el género y la clase se estructuran mutuamente entre sí.
En palabras de Angela Davis (2003), nos vemos obligadxs a replantearnos la forma en que pensamos el sistema carcelario, el carácter profundamente generizado y racializado que el castigo refleja y cómo éste refuerza la estructura generizada de la sociedad en su conjunto. Además, comprender cómo funciona y las relaciones que la constituyen, nos permitirán imaginar y producir distintas opciones a los castigos. Por lo tanto, será más fácil pensar en alternativas si renunciamos a la idea de intentar encontrar una única solución como sustituta de la prisión.
En este sentido nos preguntamos, ¿qué aportes o discusiones pueden introducir los movimientos feministas y colectivos con historias de persecución y lucha de larga data?, ¿queremos una sociedad que se apoye cada vez más en la respuesta punitiva o existen otras salidas posibles?, ¿qué buscamos cuando nos acercamos a la justicia penal y qué pasa cuando el avance punitivo se vuelve en contra?, ¿qué nos dice el castigo o como opera hacia el afuera? ¿Cuál es el tipo de relación que los feminismos establecen con el encierro?, ¿opera la cárcel como una institución reductora de las violencias sexo – genéricas que repudiamos?
Aunque como feministas podamos responder a los sesgos machistas con que se interpelan nuestras demandas de justicia cuando se articulan como pedidos de eficacia, ahí donde siempre reinó la impunidad. También tenemos en claro que discutir a conciencia la experiencia carcelaria como dispositivo y racionalidad política – que en tanto es expresión concreta de la articulación entre el sistema punitivo y el patriarcado- forma parte del horizonte de luchas ineludibles en clave emancipatoria.
Abrimos el debate con los videos de las exposiciones de:
*Juliana Borges: antropóloga, consultora del Centro de Confrontación, Monitoreo y Memoria para Combatir la Violencia de la Comisión Permanente de Derechos Humanos del Colegio de Abogadxs de Brasil y consejera de la Plataforma Brasileña de Políticas de Drogas.
*Liliana Cabrera: activista feminista e integrante del Colectivo YoNoFui y Tinta Revuelta
*Alba Rueda: activista trans, integrante de la organización social Mujeres Trans Argentina y Noti Trans. Actualmente, es subsecretaria de Políticas de Diversidad de la Nación.
*Mariela Yesurón: practica y enseña psicoanálisis en Córdoba, Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano, docente e investigadora de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Becaria SECyT y UNC. Doctoranda de Estudios de Género CEA-UNC.