Por Fernando Soriano para Clarín
Hasta el momento se realizaron 52 juicios, de los que participaron 936 ciudadanos (624 seleccionados como jurados titulares y 312, como suplentes), con 37 veredictos de culpabilidad (62%) y 23 de no culpabilidad (38%). La suma da más de 52 porque en algunos casos hubo múltiples acusados o se juzgó a una misma persona por más de un hecho.
Del total, 41 debates fueron por homicidios (o tentativas), seis por robos calificados, dos por delitos sexuales, uno por comercio de estupefacientes, uno por secuestro y uno por apremios ilegales, vejaciones y torturas.
La mayoría de los veredictos (alrededor del 80%) se decidió por unanimidad, en cualquiera de los dos sentidos. El promedio de duración de los debates fue de entre una y cuatro horas. Pero algunas de las discusiones privadas en las que los 12 jurados discutieron la decisión fueron maratónicas, como la del 28 de abril pasado, en San Isidro.
Allí se juzgó a un obrero que mató con una llave francesa de ocho kilos a su compañero de trabajo en una fábrica. Los integrantes del jurado discutieron durante siete horas, desde las 19 hasta las 2 de la madrugada, y finalmente decidieron declararlo culpable por el delito de homicidio con el agravante de alevosía.
Uno de los últimos debates, ocurrido la semana pasada en Bahía Blanca, tuvo por primera vez a dos policías bonaerenses sentados en el banquillo de los acusados. Y su veredicto fue contra la tendencia general de condenas. Los 12 jurados determinaron la absolución del subinspector Juan Pablo Bray (30) y del oficial Javier Maximiliano Paredes (33), quienes estaban acusados por apremios ilegales, vejámenes y torturas contra un detenido en la Estación Comunal Carmen de Patagones. Los ciudadanos exculparon a los agentes aún cuando la prueba de cargo fue un audio estremecedor, grabado por una mujer policía, en el que se escuchan las torturas y los gritos de la víctima.
Un resultado opuesto, y conmovedor, se dio en Azul en agosto del año pasado. Para los expertos en este sistema, se trata tal vez del caso más emblemático desde que se instalaron los juicios por jurados en la Provincia, ya que una chica de 21 años que había matado a puñaladas a su padre en Olavarría terminó absuelta.
El jurado, presidido por una peluquera, la declaró inocente porque consideró que la joven actuó en “legítima defensa”. Es que durante el juicio se expuso que el padre forzaba a su hija a ejercer la prostitución y que, en alguna oportunidad, incluso había intentado abusar de ella. La sensibilidad de los vecinos fue determinante.
Un aspecto que destacan los jueces que llevaron adelante los juicios es que nunca, en ninguno de los 52 casos, faltó un solo ciudadano designado para ser jurado (se toman por sorteo del padrón electoral). Y que todos terminan muy orgullosos y con una perspectiva diferente de lo que es la Justicia.
Una encuesta realizada por el Ministerio de Justicia bonaerense a finales de 2015 mostró que el 90,5% de los ciudadanos que participaron mejoró su opinión sobre la Justicia penal. Como ejemplo del compromiso que asumen los jurados, la jueza María Coelho, de San Isidro, contó que uno de los ciudadanos que participó de un debate presidido por ella detectó una gotera en la sala de la audiencias y al final del juicio se ofreció para hacer la reparación.
Los jueces además resaltan que las decisiones que tomaron los jurados (a partir de las pruebas que hay contra los acusados) nunca salieron de lo racional, y la mayoría de las veces coincidieron con lo que hubieran determinado los propios magistrados. “Aun cuando en algún que otro debate en el que intervine quizá no he coincidido exactamente pude ver que la diferencia no era irrazonable. En ningún caso observé un resultado ilógico”, opinó Matías Deane, juez de La Matanza.
Subnotas:
“Es muy fuerte, decidís sobre la vida y la libertad de una persona”