El vínculo entre los juguetes bélicos y la representación de la violencia a través del juego es directo.¿Esto significa que el niño que juegue con una pistola de agua se va a transformar en un psicópata asesino serial? No. Como tampoco a nadie se le puede cruzar que solamente por jugar bien al ajedrez, estamos frente a un estratega en la vida.
Pero jugar es una forma de enseñar, de elegir quienes querríamos ser, quienes podemos ser, quienes somos… es una manera de formar en principios de socialización básicos, de aprender reglas de solidaridad o de competencia, de vincularse con el desafío, de acercarse al goce y la satisfacción del juego entregado. Y jugamos durante toda nuestra vida.
Es innegable pensar que aquellos juegos que nos enseñan respecto de “otro” construido como uno tal al que hay que herir, neutralizar, abatir en una pantalla llena de obstáculos con geografía de campo minado, pone a quien juega en una situación tal que es diferente a otra, en la que una se imagina siendo, por ejemplo,una mujer de negocios –como sucede en El juego de la vida-, una cirujana –como ocurre en Mesa de operaciones, o una actriz –como sucede en el Dígalo con mímica.
Tampoco es lo mismo ser mujer que ser hombre cuando jugamos, sea de niñas, de adolescentes o de adultas. Tampoco es lo mismo la potencialidad de acción y de construcción de identidad que tiene un niño con un arma de juguete cuando se imagina siendo el “llanero solitario” luchando contra lo que le contaron es una injustica, que la potencialidad que tiene una niña que no necesariamente tiene que vestirse de rosa y jugar a cocinar y ser mamá. Tampoco es lo mismo ver imaginariamente realizada una fantasía violenta a través de un videojuego o a través de los juegos en red, aquellos en donde adultos anónimos simplemente puedan cometer cualquier tipo de delito o violencia durante un día porque, por ejemplo, ese día viviríamos en un mundo sin ley. No solamente la ley formal, aquella que otorga derechos, establece obligaciones y tipifica conductas como criminales, sino tampoco ningún tipo de principio ético que nos sujete a principios de humanidad y nos constituyan como sujetos de derechos humanos.
Cuando jugamos a ser predadores de otro -tengamos la edad que tengamos- deberíamos preguntarnos que nos llevamos del plano del juego y a donde. Predador es un animal que mata al de otra especie diferente para alimentarse. La pregunta es, ¿qué tipo de cultura alimenta la violencia?, y ¿qué tipo de fantasías, frustraciones o miedos nos alimenta conductas violentas?
El problema de jugar violentamente es que son un excelente eufemismo para reproducir todas aquellas relaciones sociales que no bregan por la construcción de una generación de hombres y mujeres responsables históricos de una cultura de paz.
La paz ES sin armas. En este punto la distinción entre si son de juguete o si son reales, es inocua.