En primer lugar, pido disculpas: no me agrada opinar públicamente por fuera de mis áreas de competencia profesional (justicia, seguridad y afines), pero los interrogantes que plantea la nota de Jorge Alemán (“populismo revisitado 27 de marzo) significaron una tentación irresistible.
Mucho se ha escrito desde hace más de cincuenta años sobre el populismo, sus significados, ambigüedades y límites. Un tema plagado de debates internos en los que Arico y otros gastaron sus plumas. Por eso me circunscribo a los interrogantes que propone Alemán, porque me parecen equivocados para pensar los problemas actuales del “populismo”. Quiero discutir su pertinencia.
Nos propone, en primer lugar, 1) “¿Cómo puede ser sustentable un proyecto transformador cuando los sectores populares no siempre defienden necesariamente sus ” intereses objetivos”?; 2) ¿De qué modo una voluntad colectiva, heterogénea, compuesta por distintos segmentos subalternos: trabajadores, feministas, excluidos, logran articularse en un sujeto histórico que no borre las diferencias desde donde surge, pero que a su vez anude a los sectores explotados y oprimidos”; y 3) ¿Cómo se radicaliza un proyecto democrático cuando el capitalismo neoliberal no sólo se ha adueñado de la realidad sino que presenta dispositivos ideológicos que capturan a la subjetividad hasta el punto de ir contra sus propios intereses vitales. Es decir, las preguntas plantean la falta de claridad sobre cómo defender sus intereses en los propios sectores populares, falta de prácticas “articuladoras”, y ausencia de una red de comunicación propia de los sectores populares. No creo que debamos volver a esos debates. Propongo reformular las preguntas del modo siguiente;
Primera: Los sectores populares han definido con mucha claridad sus intereses objetivos y lo expresan con mucha fuerza bajo los lemas de “Tierra, Techo, Trabajo” y de fin del patriarcado como extensa práctica social que oprime a grandes sectores sociales, en particular los más vulnerables. Además, un sector organizado de esos sectores populares lo ha convertido en un Plan de Desarrollo Humano Integral, que se ha presentado como propuesta de gobierno. ¿Cómo debemos calificar a la política que responde con extractivismo, resguardo de la financiarización de la economía, el subsidio individual como única herramienta disponible, incapaz de diseñar una política de redistribución de la tierra y el equilibrio demográfico del país, y alienta los desarrollos inmobiliarios, hasta el punto de desalojar por la fuerza a quienes trataron de construir sus pobres casas? ¿O no toman cabal conciencia de la profundidad y extensión que el feminismo moderno plantea como base de una reorientación completa de la economía, la política y la vida social? Todo ello en nombre de los sectores populares cuyos intereses dicen representar. ¿Por qué cargarles al sector popular que tiene claro lo que quiere, los dobleces y tibiezas de la dirigencia política que dice hablar en su nombre y subordina todos los programas a un inmediatismo permanente? Nunca está claro el límite impuesto por las condiciones sociales objetivas y el autolimite impuesto para la lógica de las concesiones y la incapacidad de afrontar las peleas propias de las luchas de intereses, sin las cuales no se comprende el sistema democrático.
Segunda: La unidad en el nivel de las bases de los sectores populares es mucho más fácil de conseguir – y se consigue en base a una decidida labor de los dirigentes sociales-, sin la permanente política de fragmentación que se promueve desde ciertos sectores de la dirigencia política, sindical y cultural. Dada la complejidad de la sociedad contemporánea es indispensable una nueva política, que ayude a tejer y sostener los acuerdos sociales, frente a la tendencia a la disgregación: ¿Hace esto la dirigencia política del campo nacional y popular? O la política de fragmentación se ha convertido en una buena manera de evitar el peso de la representación, para gerenciar otros intereses de la mano del financiamiento ilegal de la política (núcleo de la corrupción que es, en todo caso, una profunda traición a los intereses populares, porque siempre implica la alianza con empresarios prebendarios).
Tercera: Cualquier política de transformación necesita una fuerte política de democratización de los medios de comunicación. ¿Cómo hacemos para construir una red democrática de comunicación, cuando se ha abandonado el fortalecimiento de radios, páginas web, noticieros alternativos, etc., que sucumben ante las dificultades prácticas, y se sigue repartiendo el negocio de la pauta oficial entre los diarios que tienen suficiente sustento económico y luego son reconocidos como “hegemónicos? ¿No es esto “populismo perverso”?
No lo puedo decir con toda seguridad y espero que el autor me disculpe, pero subyace la idea de que los que no entienden los postulados del “populismo revisitado” son quienes sostienen políticas neoliberales – a quienes las preguntas de Alemán no les interesan en lo más mínimo- y algunos ingenuos que le harían el juego a la derecha (la vieja y peligrosa idea de los “tontos útiles” o las “almas bellas”). A mi juicio nada más alejado de la realidad; hace tiempo -mucho antes del actual gobierno- que está en marcha una profunda distorsión y malversación de un proyecto nacional y popular concreto y no discursivo, que los sectores populares tienen mucho más claro que sus dirigentes. “La hipótesis populista se construye y se deconstruye en el accionar de su praxis y se elabora con la trama histórica en la que se desenvuelve” nos dice el autor que nos interroga. Yo pondría otra hipótesis: Una buena porción de nuestros dirigentes “populistas”, han encontrado el modo de malversar los urgentes intereses populares, y convertir al Estado (instrumento insoslayable y esencial para esos intereses “objetivos” de los sectores populares) en una red amorfa de quioscos y quiosquitos. Un Estado del que se ha apropiado la clase media y sirve ineficazmente al objetivo de construir las bases de la igualdad social. Mantener a un Estado ineficiente es la gran malversación de este nuevo “populismo” coyuntural y ventajero. Me parece mucho más útil hablar de este populismo antes que recrear los debates teóricos del pasado.
Alberto Binder es presidente del Inecip y del CEPPAS (Centro de Políticas públicas para el Socialismo).
Fuente: Página 12.