Por Carlos Juárez Centeno* y Adrián Tuninetti**

Uno de los mega eventos deportivos que ha alcanzado una difusión e importancia planetaria en las últimas décadas en virtud del fenómeno de la globalización, es la Copa Mundial de la FIFA, cuya última edición se desarrolló en Qatar. La organización por parte de este país arábigo se enmarca dentro de la estrategia de posicionamiento en el plano internacional del Estado qatarí. No obstante, generó fuertes controversias desde el momento mismo en que se anunció su elección en el 2010, siendo una de las causas que generó el estallido del escándalo de corrupción denominado FIFA-Gate.

Desde la década de los ´90, Qatar se planteó como estrategia la obtención de una proyección internacional mediante la consolidación de una política exterior independiente, las inversiones en el extranjero y, entre otras acciones, la acogida de la Copa Mundial de la FIFA. Basado en su poderío económico ha logrado erigirse como uno de los países de mayor renta per cápita en el mundo pero como contrapartida, existe una gran desigualdad: el 10% de la población concentra más del 50% de los ingresos. Mientras que, desde el punto de vista político, se trata de una monarquía de corte wahabita y absoluta, donde todo el poder está concentrado en la figura del emir.

Las mujeres son objeto de falta de libertades fundamentales, todo sustentado en prácticas sociales y con fundamento desde la misma legislación.

La problemática de los derechos humanos en Qatar puede abordarse desde tres grandes cuestiones: los derechos de la mujer, la comunidad LGBTIQ+ y la de los trabajadores migrantes. En relación a la primera, las mujeres son objeto de falta de libertades fundamentales, todo sustentado en prácticas sociales y con fundamento desde la misma legislación. La tradición islámica a través del Código Penal establece un sistema de “tutela masculina”, por lo tanto se encuentran ligadas a un tutor varón que puede ser su padre, hermano, abuelo o tío y, en caso de estar casadas, a su esposo. Además, en muchos lugares públicos están segregados por género donde existen espacios separados para hombres y otros para mujeres y niños.

En lo que respecta a la comunidad LGBTIQ+, Qatar es un país donde rige la ley islámica, y entre sus prohibiciones se encuentra la imposibilidad de las personas del mismo sexo de tener relaciones afectivas. Como consecuencia de ello, las demostraciones en público son penadas. La razón es que rige la ley islámica, conocida como sharía, que impone a la sociedad un código de conducta, como así también criterios morales de lo que es aceptado o no. Además, es uno de los 67 países alrededor del mundo que sostiene la pena de muerte a los actos consensuales entre personas del mismo sexo. Diferentes organizaciones defensoras de los derechos de este colectivo han reclamado a la FIFA que requiera a las autoridades de Qatar que deroguen aquellas leyes y reglamentos que atacan a esa comunidad LGBTIQ+. Como se sabe esto no se logró y se ha prohibido cualquier referencia o símbolo que visibilice a este colectivo.

Finalmente, el problema de los trabajadores migrantes contratados para el desarrollo de las obras de infraestructura del campeonato, especialmente llegados de países como Nepal, India, Sri Lanka o Kenia. Sus condiciones precarias como exceso de horas de trabajo, hacinamiento, falta de higiene en sus lugares de residencia y confiscación de los pasaportes (el denominado sistema de kafala) ha sido denunciada por organizaciones internacionales como Amnistía Internacional y, además, se han reportado que unos 6500 fallecidos en las obras de construcción. El gobierno de Qatar se comprometió con la Organización Internacional del Trabajo a dar cumplimiento a los convenios internacionales y en 2020 introdujo un salario mínimo de 1000 riales (alrededor de 275 dólares estadounidenses) y eliminar el sistema de la kafala. No obstante, Amnistía Internacional continúa denunciando la falta de derechos laborales de los trabajadores migrantes, agravado fundamentalmente por las consecuencias de la pandemia del Covid-19.

En lo que refiere a los derechos humanos, el goce y respeto deberán ser graduales, progresivos y necesitan tiempo de efectivización.

El Estado de Qatar ha iniciado una política de acercamiento a los estándares occidentales, y, entre ellas, se enmarca la última edición de la Copa del Mundo. En lo que refiere a los derechos humanos, el goce y respeto deberán ser graduales, progresivos y necesitan tiempo de efectivización, en una cultura cuya práctica está arraigada desde hace siglos. El hecho de haber organizado este evento internacional seguramente podría ayudar en ese sentido.

En definitiva, la apuesta qatarí de proyectarse a nivel internacional a través de la Copa Mundial de la FIFA debe enmarcarse en un objetivo de consolidar y profundizar el goce de los derechos humanos. La pelota está del lado de Qatar, se espera entonces que el fútbol haya sido un instrumento propicio para lograr en un futuro no muy lejano el pleno ejercicio de los derechos fundamentales.

 

*Carlos Juárez Centeno es profesor titular de Derecho Político y Derechos Humanos de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y director de la Maestría en Relaciones Internacionales del Centro de Estudios Avanzados de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNC.

   **Adrián Tuninetti es abogado, magister en Relaciones Internacionales y profesor universitario de la UNC y la Universidad Blas Pascal. Además, es autor del libro “La FIFA como Fenómeno Global”.

Foto: Amnistía Internacional