Las demandas provenientes o derivadas de la visibilización de numerosas formas de violencia —una vez comprendida la matriz de violencias estructurales de tipo cisheteropatriarcal, además de las provenientes de otras formas jerárquicas que alcanzan los vínculos sociales— coloca a los movimientos feministas, en una relación tensa cuando las demandas se traducen en respuestas punitivas, o en un sentido más amplio ,en intervenciones estatales entre otras cosas porque la estatalidad es parte de la estructura de dominación y no está exenta.

El sistema penal en particular es una agencia de reafirmación del patriarcado, dirán algunxs feministas.

¿El desafío es articular reconocimiento de esas demandas sin deslizarnos o convalidar intervenciones simbólicas meramente punitivistas? ¿Es necesario el derecho penal para todas las formas de violencias? ¿Es posible articular intervenciones que no refuercen los actuales niveles de impunidad selectiva con que deben lidiar quienes padecen violencias en razón del género? ¿Podremos aspirar a una relación de equilibrio entre la eficacia en la persecución de estos hechos y la tutela garantista?

Resulta necesario expandir el debate más allá del horizonte dogmático-normativo, que avanza en la discusión con herramientas que no reconocen matices, y desatendiendo de los conflictos concretos.

Por un lado, posicionamientos sin abrir discusiones que suelen invalidar por “punitivistas” las demandas sin reconocer heterogeneidad y reduciendo al feminismo a un tipo específico de demandas. Por el otro, reivindicaciones punitivas en nombre del feminismo sin medir los sesgos o manipulaciones autoritarias a que puedan conducir, y desatendiendo la cosificación victimizante que termina por renovar exigencias tan estereotipadas como las que venimos rechazando.

El objetivo es poder enriquecer los debates, efectuar aportes para identificar cómo construir una interacción entre ambas perspectivas, haciéndonos cargo de romper el indisimulable cerco de impunidad que el sistema penal construyó tras siglos de invisibilización de las cuestiones de género, sin que esto implique desentenderse de los sesgos punitivistas.